viernes, 13 de enero de 2017

Zygmunt Bauman y la sociedad líquida Víctor Rey




Este lunes 9 de enero, acaba de fallecer Ziygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 (junto a Alain Touraine), nació en 1925 en Poznan, Polonia. Sociólogo, filósofo y ensayista, su investigación, entre otras cosas enfocada en la modernidad, le ha llevado a definir la forma habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas como “la vida líquida”.

Una vida caracterizada por no mantener un rumbo determinado, pues al ser líquida no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre. Así, nuestra principal preocupación es no perder el tren de la actualización ante los rápidos cambios que se producen en nuestro alrededor y no quedar aparcados por obsoletos.

En su libro LA VIDA LIQUIDA, el diagnóstico sobre la sociedad de consumo en la que vivimos es demoledor por certero y al mismo tiempo conmovedor.

Escribiendo este artículo no puedo dejar de pensar en el mito de la caverna de Platón. La caverna de Platón no ha dejado de retumbar en mi cabeza, y ese retumbar me provocaba angustia. Y es que, quizás, me he visto más encadenado de lo que pensaba. Soy consciente de la perversidad del sistema consumista en el que vivimos y de sus maquiavélicos mecanismos, pero también sé que soy yo, somos nosotros, los que tenemos las llaves de muchas de las cadenas que nos atan.

¿Pensamos, decimos y actuamos al unísono? ¿Nos conocemos realmente a nosotros mismos? ¿Vivimos realmente lo que queremos vivir? ¿Luchamos por nuestros sueños? ¿Somos conscientes de que formamos parte de una gran familia llamada Humanidad?

Quizás la falta de respuestas a estas preguntas es lo que nos hace navegar sin rumbo por la vida. Vivir, como dijo en su discurso de recogida del Premio Príncipe de Asturias Zygmunt Bauman, (…) en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre, en el que estamos destinados a intentar, una y otra vez y siempre de forma inconclusa, comprendernos a nosotros mismos y a los demás, destinados a comunicar, con y para el otro”.

En LA VIDA LIQUIDA, Bauman nos ayuda a identificar los velos que ocultan el mundo que habitamos y que intentamos comprender. Y estos velos no dejan de ser las sombras y los ecos de los gritos que los encadenados de la caverna ven y escuchan reflejados en la pared creyendo que son la realidad y que nada pueden hacer; y los espectadores siguen sentados sin saber que esos velos, esas sombras, esos ecos no son la realidad sino distorsiones de la misma. Imágenes y ruidos reproducidos a conciencia que los mantienen cara la pared.

Es cuestión de encontrar el coraje para darse la vuelta y poder comprobar que esas formas grotescas no son más que deformaciones, y ver la luz clara que proviene de fuera, que nos indica la dirección de la verdadera realidad.

Zygmunt Bauman define la sociedad moderna líquida como aquella sociedad donde las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas puedan consolidarse en unos hábitos y en una rutina determinada. Esto, evidentemente, tiene sus consecuencias sobre los individuos porque los logros individuales no pueden solidificarse en algo duradero, los activos se convierten en pasivos, las capacidades en discapacidades en un abrir y cerrar de ojos.

Por tanto, los triunfadores en esta sociedad son las personas ágiles, ligeras y volátiles como el comercio y las finanzas. Personas hedonistas y egoístas, que ven la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un ímpetu y lo híbrido como una riqueza.

El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero…, por encima de todo, sin importarle a quién se lleva por delante.

Esto coincide con la definición de “hombre light” de Enrique Rojas, definido con cuatro características: hedonismo, entronización del placer; consumismo, acumulación de bienes: se es por lo que se tiene y no por lo que se es; permisividad, todo vale; y por último, relativismo, donde nada es bueno ni malo y en última instancia todo depende del pensamiento de cada uno. 

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