En el último curso del Servicio de
Estudios de la Realidad (SER), uno de los autores y textos que más nos cuestionó
y nos hizo reflexionar fue el libro del biólogo y filósofo chileno Humberto
Maturana, El Sentido de lo Humano. Su
pensamiento es muy original y sus aportes dan luces a todas las áreas de la
vida. Este autor es uno de los que más
nos ayuda en este tiempo de tantas preguntas ante un mundo nuevo. Recuerdo con alegría los momentos de
conversación con los alumnos y el entusiasmo que no generaba cada párrafo de su
libro. Comparto aquí algunos de los
conceptos que logramos descifrar y discernir juntos y que consideramos son de
vital utilidad.
La teoría biológica del conocer
El aporte de Humberto Maturana a la
nueva propuesta epistemológica es fundamental. Es el primer científico que
desde su hacer de biólogo propone que el conocimiento es un fenómeno biológico
y que, por tanto, sólo puede ser estudiado y conocido como tal. Aún más, su
proposición es que la vida misma se entiende como un proceso de conocimiento,
el cual le sirve al organismo para adaptarse, para sobrevivir. Ningún
organismo, por tanto, está interesado en saber si su conocimiento es verdadero
o no, cuando eso no importa para su supervivencia. Así la obra de Maturana
puede ser caracterizada como un sistema explicativo unitario y ontológico de la
vida o de la vivencia. Ontológico, porque ve la experiencia humana desde un punto
de vista situado dentro de ella misma y no desde un punto de vista externo o
fuera de ella.
El determinismo
estructural
Maturana postula también que todos los
cambios que puedan experimentar los sistemas autopoiéticos son determinados por
su propia organización y estructura. Aunque estos dos conceptos son propiedades
de los seres vivos (entendidos en la terminología de Maturana como
"unidades compuestas de una clase particular"), no son sinónimos. La
organización se refiere a la relación que se da entre los componentes de una
"unidad compuesta" y que determina las propiedades de esa unidad. La
estructura, en cambio, apunta a los componentes actuales y a la relación que
ellos deben satisfacer al participar en la constitución de una "unidad
compuesta". En otros términos, los seres vivos mantenemos nuestra
organización durante toda la vida; precisamente, el que nos reconozcamos
siempre la misma persona, desde nuestra infancia a nuestra vejez, está en
relación a que nuestra organización ha permanecido invariante. Pero la
estructura es variable: determina qué cambios son posibles para una
"unidad compuesta" y que interacciones específicas se requieren para
desencadenar esos cambios.
Así, si bien todo un sistema está
operacionalmente constituido por su organización, su operación efectiva es
realizada en -y a través de- su estructura, de modo tal que, aunque el dominio
(o espacio) de interacciones del sistema como totalidad está especificado por
su organización, las interacciones efectivas ocurren a través de sus
componentes. A la luz de esto, el afirmar que los sistemas son estructuralmente
determinados implica que todo lo que en ellos ocurre no está determinado por
nada externo a ellos; y que cuando, como observadores, vemos algo que incide
sobre un sistema, no es ese algo lo que provoca el cambio, sino sólo lo que
desencadena dentro del sistema un cambio estructural que estaba previamente
determinado en la configuración del mismo.
El cierre organizacional y la
autorreferencialidad
El cierre organizacional está referido
al hecho de que, definida la característica de la unidad del sistema vivo, está
en su capacidad el de mantener su integridad. Maturana plantea que la
"línea de fondo" es mantener nuestro estatus como tales, que es
permanecer vivos. La adaptación, entonces, requiere de cambios estructurales en
la unidad de los seres vivos y debido a que ellos son determinados
estructuralmente y organizacionalmente cerrados, los sistemas vivos son
autónomos en el sentido que sobreviven, prosperan o peligran bajo sus propias
leyes de su quehacer. La organización del sistema vivo es circular,
autorreferencial, recursiva y su organización es una organización cerrada, y
por lo tanto autónoma.
El Multiverso
Si, como señala Maturana, se niega la
realidad objetiva independiente del observador y, como lo planteó en su
"Ontología del observar", se reconoce al observador como un
participante constitutivo de lo que observa, el cambio que aquí se propone es
evidentemente radical: el paso de un Universo, es decir, de una realidad objetiva
unívoca que es igual para todos, a un Multiverso, en que cada mundo construido
por el observador es igualmente válido y único respecto de otros.
La noción de lenguaje
Otro de los aportes más extraordinarios
de Humberto Maturana es su teoría del lenguaje. Para Maturana el lenguaje, como
fenómeno de la vida, pertenece a la historia evolutiva de los seres humanos.
Son los humanos los primeros y únicos animales (primates, concretamente) que
tienen la peculiaridad de vivir -en un fluir constante e ininterrumpido- una
doble dimensión simultánea de experiencia: la primera es la experiencia
inmediata (las emociones), que nos ocurre a todos los animales y según la cual
algo simplemente pasa; la segunda, que nos ocurre sólo al primate humano, es la
explicación, que tiene lugar en el lenguaje; sólo en el lenguaje por ejemplo,
se admite la existencia de categorías como lo bueno y lo malo, lo justo y lo
injusto, que permiten comprender ese algo que pasa.
Ahora bien, el lenguaje consiste en un
operar recurrente de lo que Maturana denomina coordinaciones de coordinaciones
conductuales consensuales. Según ellas cada palabra o gesto no está relacionado
con algo exterior a nosotros, sino con nuestro quehacer y con nuestra
coordinación para ese quehacer con los otros. Son precisamente ese quehacer, y
las emociones que están en su base, lo que específica y da a nuestras palabras
su significado particular. Por esto, a nivel de la experiencia inmediata no se
puede diferenciar lo que es una ilusión de una percepción; sólo lo logramos en
el lenguaje.
Y ya que sólo a través del lenguaje el
ser humano puede explicar su experiencia en el vivir y asimilarla a la
continuidad de su praxis de vida, el comprender es inseparable de la
experiencia humana: todo el reordenamiento racional cognitivo que pueda
elaborarse se basa, en premisas tácitas que han sido proporcionadas por la
experiencia inmediata. En palabras de Maturana: "Todo sistema racional
tiene una base emocional y esto explica por qué no se puede convencer a nadie
con un argumento lógico si no se ha aceptado antes su premisa a priori".
Desde el punto de vista de la psicoterapia, este planteamiento es una
alternativa a los enfoques racionalistas que postulan que mediante el ejercicio
de la lógica formal es posible cambiar las emociones del paciente.
Pero, además, Maturana va más allá y
acuña el término lenguajear, con el que denomina a la relación dinámica y
funcional que se da entre la experiencia inmediata y la coordinación de
acciones consensuales con los otros y aclara que este lenguajear está
constituido por la relación entre las emociones y el lenguaje.
Esta concepción revierte el enfoque
empirista clásico que ve al lenguaje como simple transmisión de información de
un individuo a otro, postura que está hoy tan vigente que no se prevé un cambio
ni en la próxima década. En este sentido, la propuesta de Maturana -con su
significado emocional y no racional- tendrá que ser reconocida como la teoría
más explicativa. En su enfoque ontológico el lenguajear corresponde a una expresión
de la temporalidad humana: todo lo que ocurre, ocurre en el lenguaje, en el
aquí y en el ahora.
La concepción de
cultura
Para Humberto Maturana la experiencia
humana tiene lugar en el espacio relacional del conversar. Esto significa que
si bien desde un punto de vista biológico somos homo sapiens, nuestro modo de
vivir -vale decir, nuestra condición humana- tiene lugar en nuestra manera de
relacionarnos unos con otros y con el mundo que configuramos en nuestro diario
vivir mediante el conversar.
Sostiene que una cultura es una red
cerrada de conversaciones y que el cambio cultural ocurre cuando se produce un
cambio de conversaciones en esa red; cambio que surge, se sostiene y se
mantiene en el emocionar de los miembros de la comunidad. De ello se desprende
que lo humano es cultural: surge como un modo de vivir en el conversar, en
redes de conversaciones, en un entrelazamiento entre el lenguajear y el
emocionar. Esto significa, siguiendo a Maturana, que toda la experiencia humana
se da en el momento presente; no existe una programación anterior ni obedece
tampoco a intenciones.
Aún más, tampoco en el proceso de la
evolución, sea éste biológico o cultural, existe un camino preestablecido. El
devenir evolutivo es una deriva, en tanto que el presente evolutivo humano es
resultado de un proceso que conserva una manera de vivir y no un logro de
proceso de adaptación.
La Biología del Amor
Maturana es el primer científico que
desde su hacer como tal explica el amor. En su propuesta, el amor no es una
cualidad o un don, sino que como fenómeno relacional biológico, consiste en las
conductas o la clase de conductas a través de las cuales el otro, o lo otro,
surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia, en circunstancias
en que el otro, o lo otro, puede ser uno mismo. Esto, entendiéndose que la
legitimidad del otro se constituye en conductas u operaciones que respetan y
aceptan su existencia como es, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero
convivir. Legitimidad del otro y respeto por él o ella, son dos modos de
relación congruentes y complementarios que se implican recíprocamente. El amor
es un fenómeno biológico propio del ámbito relacional animal, que en los
mamíferos aparece como un aspecto central de la convivencia en la intimidad de
la relación materno-infantil en total aceptación corporal. De acuerdo a
Maturana, nos enfermamos al vivir un modo de vida que niega sistemáticamente el
amor.